viernes, 6 de diciembre de 2013

Sin título 4.

Soy solo un borracho sin remedio buscando la desesperación ante cualquier coño abierto.

Pero tú, pequeña

clavándome los dientes en el interior del pecho
cabalgándome las venas en
acero ardiendo,

tú, pequeña

y tu mirada arrancando
la carne del hueso
la asfixia en tus manos rodeándome el cuello, y no importa cuánto aprietes nena, nunca será demasiado.

Este incontrolable aura de niño huérfano.
Este insoportable hedor a perro viejo.
Arrastrándome desnudo por tu pasillo.

Intento convertir lo vulgar de una mamada en arte.
Intento hacer mio el momento cuando las bragas empiezan a bajarse.
Resulta curioso
ver las estrellas
a través del techo.

La niebla espesa al final de la carretera me convierte en un cadáver descompuesto.
Mis pulmones
mi historia
bailan flotando
sobre el universo.
 Una paz
como nunca antes
y como
otras tantas veces.
Respirar por inercia me lleva de vuelta a la cárcel del cuerpo.

Nena, sabes, yo,
agradezco el silencio.
No eres como esas zorras
que se despiden siempre
con un beso
como fingiendo que después de follar
me tengan algún aprecio.

Cuando ellas se duermen
con mi semen todavía fresco en sus agujeros
y puedo imaginarlas fantasear con
anillos de diamantes y chicos buenos,
Escribo.
A veces ni siquiera vuelvo a pensar en ellas.
A veces mis palabras ni siquiera las recuerdan.

Las horas serpentean en el reloj.
El puñetero vacío de no ser ya
nadie en la habitación.

Es curioso
lo mucho que
me pertenecieron
anoche,
y lo poco mías
que son ahora
por la mañana,

cuando ellas siguen con sus vidas y yo
intento recordar
el camino de vuelta a casa.




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