sábado, 6 de diciembre de 2014

Sigo vivo.

Revivo todo cuanto he sido en vez de continuar porque, lo admito, la he jodido.
Hasta la muerte, me dijo, y quién coño se acuerda ya, quién coño sigue escribiendo sobre ello.
Ya no puedo hablaros sobre Madrid, ni sobre lo que estando allí tuviera que sentir, y vuelvo a leer los poemas que la escribí,
por si eso ayuda
por si eso la lleva
de nuevo a mi.

Agito el Chester a sabiendas que no da para más.
Salgo del portal sonriéndole a la noche, y la noche me escupe porque no soy de fiar.
«Cuando solo te queda
echarle cojones,
búscate de lleno en la mierda
y por primera vez desde que saliste del chocho de tu bendita madre
te encontrarás».

Arrastro en los vaqueros la estela del porno más desagradable que pude encontrar.
Volví con mi vida repartida en bolsas de basura, sudor frío, mono y ansiedad, y el barrio ya no es lo que era, ni el verde en tu parque me puedo echar.
Supongo que todo consiste en cambiar de escenario pero continuar siempre en la misma mierda, esperar en el estanco a que te decidas, a que me hagas caso o te pierdas.
Las horas, mis horas
que durante algún tiempo llegaron a ser mías
se malvenden al primer gilipollas
en cualquier esquina.

No pude seguir manteniendo el equilibrio sobre el bordillo de la acera, y vuelvo a ser el perro calado esperándote a ciegas, cubata en mano a las afueras, sonrío despacio, sé que mis historias pertenecen a la carretera, no tengo prisa, soy el cabrón que muerde la mano.

Vuelco los chismes sobre vuestras mesas pero no tenéis ni puta idea, pedirme sombra cuando el sol de las resacas apriete un miércoles cualquiera, y aunque me muera de ganas, que os jodan, que os prepare la jeringuilla vuestra puta vieja, que os jodan, que os acaricie el pelo los amantes de vuestras novias.

Tampoco me hacíais tanta puta falta.



martes, 8 de abril de 2014

La 122.

"Todo cabrón que busque un buen chocho para pasar la noche será bienvenido.
La tercera copa siempre será gratis mientras sigas vivo.
Con unas hermosas vistas al vertedero de enfrente, nuestras habitaciones cuentan con minibar, agua potable, y televisión por cable.
No se lo piense, ¡traiga a su amante! Contamos con los asesinos a sueldo más profesionales, por un módico precio podrán incluso deshacerse de su cadáver, ofertas especiales todos los jueves.
Vengas, señoras y señores, no se arrepentirán, jamás hemos tenido cliente insatisfecho que no esté enterrado en el patio de atrás."

John, hace tiempo que recuerdo la 122,
en aquel motel de Carretera Mala Muerte
y cómo el calibre de tu pistola encajaba perfectamente
con el crimen de aquellas vírgenes.

Siempre encontraremos la paz
en esta habitación perpetua.
La 122, con desayuno y televisión, piensas.
Y sonríes, Johnny porque
tú siempre te haces de rogar.

Cada noche en la
122
desnudo en tu cama
te haces el amor.

Cada mañana en la
122
a través de
tu ventana
puedo imaginarte esperar
envuelto en llamas.



sábado, 25 de enero de 2014

After Polvo 1

Me había dejado las llaves en la mesilla de noche de aquel gilipollas del que no recuerdo ni el nombre.
Estábamos en pleno diciembre, y hacía un frío de cojones en la calle. Tenía el coche aparcado a tan solo unos metros, y realmente pensé en romperle la ventanilla y hacerle un puente, todo con tal de no volver a verle. Pero no podía traicionar de esa manera a mi viejo Citroën así que me senté en el portal y encendí un cigarrillo mientras notaba el suelo helándome el culo a través del agujero en mis pantalones.
Decidí llamarle al móvil, tres veces hasta que el desgraciado se dignó a contestarme. Subí los escalones tropezándome, no sé si por la irregularidad de estos o por los restos de cristal en mi cuerpo.
El tipo estaba en la puerta, con la sábana a la cintura tapando la flacidez de una polla que hacía tan solo unas horas me había comido. Sonreía jugando con mis llaves en sus sudorosas manos...
- ¿No pensabas despedirte?
- Dámelas, quiero irme a casa.
- Solo si me das un beso de despedida.
Tal vez fue por lo repulsivo del momento, o por la estúpida idea de creerse con derecho a besarme tras haber follado, no lo sé pero, hundí mis nudillos en su cara con fuerza, algo sonó a roto, las llaves cayeron al suelo y vi al cabrón echarse hacia atrás, un hilillo de sangre goteando, una ostia contra el marco, ni siquiera quise hacerlo, solo era uno de esos impulsos que siempre te ves capaz de controlar...
Recuperé las llaves y bajé las escaleras de dos en dos, de tres en cuatro, riendo histérica, tambaleándome por la droga, y no dejé de correr hasta llegar al coche.
Me acomodé en el asiento del conductor, "no creo que ese retrasado me persiga ondeando su sábana al viento, estaba igual de colocado que yo, puede que muerto". Ese pensamiento me reconforta, pongo el CD que se dejó el Raúl la última vez, y conduzco a casa en paz, feliz, con la certeza de haber disfrutado más del puñetazo que del polvo en si.