sábado, 25 de enero de 2014

After Polvo 1

Me había dejado las llaves en la mesilla de noche de aquel gilipollas del que no recuerdo ni el nombre.
Estábamos en pleno diciembre, y hacía un frío de cojones en la calle. Tenía el coche aparcado a tan solo unos metros, y realmente pensé en romperle la ventanilla y hacerle un puente, todo con tal de no volver a verle. Pero no podía traicionar de esa manera a mi viejo Citroën así que me senté en el portal y encendí un cigarrillo mientras notaba el suelo helándome el culo a través del agujero en mis pantalones.
Decidí llamarle al móvil, tres veces hasta que el desgraciado se dignó a contestarme. Subí los escalones tropezándome, no sé si por la irregularidad de estos o por los restos de cristal en mi cuerpo.
El tipo estaba en la puerta, con la sábana a la cintura tapando la flacidez de una polla que hacía tan solo unas horas me había comido. Sonreía jugando con mis llaves en sus sudorosas manos...
- ¿No pensabas despedirte?
- Dámelas, quiero irme a casa.
- Solo si me das un beso de despedida.
Tal vez fue por lo repulsivo del momento, o por la estúpida idea de creerse con derecho a besarme tras haber follado, no lo sé pero, hundí mis nudillos en su cara con fuerza, algo sonó a roto, las llaves cayeron al suelo y vi al cabrón echarse hacia atrás, un hilillo de sangre goteando, una ostia contra el marco, ni siquiera quise hacerlo, solo era uno de esos impulsos que siempre te ves capaz de controlar...
Recuperé las llaves y bajé las escaleras de dos en dos, de tres en cuatro, riendo histérica, tambaleándome por la droga, y no dejé de correr hasta llegar al coche.
Me acomodé en el asiento del conductor, "no creo que ese retrasado me persiga ondeando su sábana al viento, estaba igual de colocado que yo, puede que muerto". Ese pensamiento me reconforta, pongo el CD que se dejó el Raúl la última vez, y conduzco a casa en paz, feliz, con la certeza de haber disfrutado más del puñetazo que del polvo en si.